La coincineración de residuos (neumáticos, gomas, glicerol, etc.) en cementeras es un PROCESO DE INCINERACIÓN, que está recogido como tal en el REAL DECRETO 653/2003, de 30 de mayo.
Así, la cementera se convierte también en una INCINERADORA, que, en proporción a la cantidad de residuos incinerados, producirá y expulsará cientos de productos tóxicos (los filtros solo retienen una parte), algunos de ellos de extrema gravedad para la salud.
Ayudenos a Proteger la Salud de las personas que aquí vivimos: Se emitirán Dioxinas y Furanos (los tóxicos más peligrosos conocidos): el Convenio Internacional de Estocolmo, suscrito por España, clasifica la incineración y coincineración de residuos (caso de las cementeras) como las primeras fuentes de emisión. Estos compuestos se acumulan y dañan los órganos vitales: son potentes cancerígenos.
Las verdaderas emisiones de dioxinas, no las conocen ni la propia empresa. Al contrario de otros contaminantes, en el caso de las dioxinas, se miden de forma puntual 2 veces al año y, por tanto, en condiciones ideales (de laboratorio) que no responden a la realidad cotidiana. Y entre esas mediciones puntuales pueden emitirse cantidades mayores incontroladas, sin registro alguno, por diversos motivos: filtros agotados, sobrepresiones, que se solucionan mediante válvulas que se abren en el momento más crítico, liberando los gases de una combustión incompleta, alteraciones de la temperatura, introducción de materiales húmedos o heterogéneos, dosificaciones inadecuadas, o alta presencia de oxígeno, que pueden alterar el equilibrio del proceso con cierta probabilidad, por lo que los hornos cementeros son los menos adecuados para la incineración de residuos. La complejidad de la generación de dioxinas, furanos, y otros, hace imposible un control real.
¿Qué ocurre con los metales pesados? Unos metales pesados se estabilizan en la matriz del cemento (y también las dioxinas), pero no por ello pierden su toxicidad, sólo se ralentiza su liberación al medio ambiente; la exposición a estos contaminantes es crítica durante su producción y manejo (riesgo para los operarios). Los más volátiles, como el plomo, el talio o el mercurio, se liberan directamente a la atmosfera.
Los gases COx, NOx, SOx, y las partículas finas causan y agravan enfermedades respiratorias.
Podemos dar datos de casos que, aún contando las incineradoras, y cementeras-incineradoras, con sus filtros y demás controles, los análisis evidenciaron un aumento de la contaminación por la quema de residuos: Valdemingómez (incremento de 15 veces los niveles de dioxinas y furanos permitidos), Mataró (aumento de la concentración de dioxinas en sangre), la presencia de dioxinas en la leche de granjas cercanas a incineradoras, o incluso de la cementera de Ribblesdale Castle Cement (Reino Unido), de la que se detectaron incrementos de cadmio (66%), de plomo (107%), de cobre (242%) y de las dioxinas (47%), tras empezar a incinerar residuos. Aumento de mercurio en el pelo de vecinos de incineradoras en Alemania, o el caso reciente de la mozzarella con dioxinas en Campania (Nápoles, Italia).
Pero… no hace falta entrar al juego de desmentir los que dicen las cementeras, solo para proteger su negocio: “no emitimos nada”, “lo tenemos todo controlado”. “Hay que demostrar que realmente contamina…” Porque la realidad queda patente por los efectos:
las poblaciones cercanas a incineradoras padecen más CANCERES:
En efecto, distintos estudios epidemiológicos evidencian un incremento de enfermedades y mortalidad pasados unos 10 años; este periodo se puede ver reducido a 5 años para la población más sensible a la exposición de contaminantes: ancianos, enfermos y niños. Y desde luego, cuanto mayor es el conocimiento, más alarmantes son las conclusiones, como puede verse en el reciente estudio del Laboratorio de Toxicología y Salud Medioambiental de la Universidad Rovira i Virgili (El País, sección Salud, 2/3/2004). La mayoría de los contaminantes estudiados están asociados a la incineración de residuos. Iguales conclusiones se obtienen del también reciente estudio en Francia realizado por su Instituto de Vigilancia Sanitaria (InVS.), que desde el 2003 abarcó cuatro departamentos (Isère, Alto Rin, Bajo Rin y Tarn), que reunían el doble requisito de poseer información sobre casos de cáncer desde hace mucho tiempo y servir de emplazamiento a 16 plantas de incineración activas. Del estudio se desprende que algunos tipos de cánceres se incrementan hasta en un 22 % para las poblaciones próximas a las incineradoras. Y, según reconoce el InVS, posiblemente no se hayan alcanzado todavía los máximos valores posibles de incidencia, pues a medida que pasa el tiempo entre la exposición a los contaminantes y la aparición de cáncer, el número de casos aumenta (http://www.cniid.org/espace_mailing/cp_20080402.htm). Lo mismo, han evidenciado otros estudios epidemiológicos, como el de la Universidad de Besançon, en Francia, o en Estados Unidos.
Todo ello, a pesar de que todas las incineradoras tienen sus sistemas de filtros de contaminantes, y todas dicen no contaminar.
Por tanto, los límites legales no importan, aunque se cumplan; ya que algunas sustancias (dioxinas, metales pesados) al ser persistentes (no pueden ser eliminadas), y bioacumulativas, en más o menos tiempo alcanzan en el organismo el nivel que desencadena el cáncer, u otras patologías (malformaciones del feto), que a su vez tardan su tiempo en desarrollarse, pero al fin, después de años, como han demostrado estos estudios, se manifiesta la enfermedad, que ya no se sabe de donde viene, salvo con estudios epidemiológicos, que raramente se hacen.
Otro riesgo añadido: No se descartan olores ocasionales o permanentes a goma quemada.
¿Y por qué se quiere sustituir parte del coque de petróleo por ese nuevo combustible?
Evidentemente solo hay una razón: aumentar los beneficios. Su verdadero interés es la entrada en el negocio de la gestión de residuos. El actual combustible, el coque de petróleo, es un producto muy barato (unos 40 € por tonelada), que no justificaría, por sí solo, sustituirlo por los “combustibles alternativos” que, además, generan problemas en el proceso productivo y en la calidad del cemento; Sí se justifica por los ingresos añadidos que recibirán por eliminar estos residuos, pues cobrarán por recibirlos.
Una vez que se empiece a incinerar estos residuos, se continuará, ya por la vía de hecho, con otros aún más tóxicos, como el llamado “fuel blending”, que es una mezcla de pinturas, barnices, disolventes, etc., y que otorgaría más beneficios a la empresa: a más toxicidad de los residuos “gestionados”, mayor tasa recibida por su eliminación.
La cementera de Cosmos en Toral: Su importancia económica hay que reconocerla, junto a los empleos que mantiene, pero no es tolerable que su codicia empresarial suponga otra vuelta de tuerca más a la ya maltrecha situación del Bierzo, en contaminación, que ya sobrepasa, con creces, cualquier nivel de seguridad sanitaria. 0
La preocupación de las cementeras para convencernos de su inocuidad, está en relación directa al negocio que esperan generar con la incineración de residuos.
El auténtico reciclaje genera muchos más empleos que la incineración, y sin contaminar, respetando los recursos naturales.
Porque hay alternativas: QUEMAR NO ES RECICLAR:
la Ley de Residuos marca una jerarquía en cuanto a las prioridades en su gestión: reducir, reutilizar, reciclar, antes que cualquier otro sistema.
El neumático es el residuo más interesante para Cosmos por su poder calorífico, por eso pretenden quemar 33.000 toneladas anuales cuando en toda la comunidad de Castilla y León se generan 14.000 toneladas de este residuo, que se reciclan integramente en la factoría de RENECAL en Guardo Palencia. Los neumáticos están hechos básicamente con petróleo (combustible fósil: muy contaminante) y su reciclaje es rentable, pues se aprovecha, el 99 % de los materiales que los componen. Las ruedas fuera de uso que llegan a esta factoría se transforman en pavimento para pistas polideportivas, parques infantiles, además producen betún asfáltico, un material que encuentra uso en pavimentos para carreteras, lográndose una mezcla asfáltica de alta calidad, especialmente indicada para capas de rodadura sometidas a altas intensidades de tráfico, por su extraordinaria adherencia, lo que reduce el número de accidentes, además crea puestos de trabajo que no es el caso para el proyecto de Cosmos en Toral. Pero ya hay otra empresa de recuperación de neumáticos y componentes del automóvil (VARESA), que tiene aprobada la autorización ambiental para instalarse en Carrión de los Condes (Palencia) ¿Que explicación tiene que quememos residuos traídos de fuera de la comunidad autónoma para quemarlos y contaminar “El Bierzo” afectando a la salud de sus habitantes, al medio natural y a su economía.
¿Donde está el futuro? ¿En la apuesta empresarial de las plantas de reciclaje en Palencia, o en quemar las ruedas y otros residuos en la cementera de Cosmos en Toral de los Vados?
Así, la cementera se convierte también en una INCINERADORA, que, en proporción a la cantidad de residuos incinerados, producirá y expulsará cientos de productos tóxicos (los filtros solo retienen una parte), algunos de ellos de extrema gravedad para la salud.
Ayudenos a Proteger la Salud de las personas que aquí vivimos: Se emitirán Dioxinas y Furanos (los tóxicos más peligrosos conocidos): el Convenio Internacional de Estocolmo, suscrito por España, clasifica la incineración y coincineración de residuos (caso de las cementeras) como las primeras fuentes de emisión. Estos compuestos se acumulan y dañan los órganos vitales: son potentes cancerígenos.
Las verdaderas emisiones de dioxinas, no las conocen ni la propia empresa. Al contrario de otros contaminantes, en el caso de las dioxinas, se miden de forma puntual 2 veces al año y, por tanto, en condiciones ideales (de laboratorio) que no responden a la realidad cotidiana. Y entre esas mediciones puntuales pueden emitirse cantidades mayores incontroladas, sin registro alguno, por diversos motivos: filtros agotados, sobrepresiones, que se solucionan mediante válvulas que se abren en el momento más crítico, liberando los gases de una combustión incompleta, alteraciones de la temperatura, introducción de materiales húmedos o heterogéneos, dosificaciones inadecuadas, o alta presencia de oxígeno, que pueden alterar el equilibrio del proceso con cierta probabilidad, por lo que los hornos cementeros son los menos adecuados para la incineración de residuos. La complejidad de la generación de dioxinas, furanos, y otros, hace imposible un control real.
¿Qué ocurre con los metales pesados? Unos metales pesados se estabilizan en la matriz del cemento (y también las dioxinas), pero no por ello pierden su toxicidad, sólo se ralentiza su liberación al medio ambiente; la exposición a estos contaminantes es crítica durante su producción y manejo (riesgo para los operarios). Los más volátiles, como el plomo, el talio o el mercurio, se liberan directamente a la atmosfera.
Los gases COx, NOx, SOx, y las partículas finas causan y agravan enfermedades respiratorias.
Podemos dar datos de casos que, aún contando las incineradoras, y cementeras-incineradoras, con sus filtros y demás controles, los análisis evidenciaron un aumento de la contaminación por la quema de residuos: Valdemingómez (incremento de 15 veces los niveles de dioxinas y furanos permitidos), Mataró (aumento de la concentración de dioxinas en sangre), la presencia de dioxinas en la leche de granjas cercanas a incineradoras, o incluso de la cementera de Ribblesdale Castle Cement (Reino Unido), de la que se detectaron incrementos de cadmio (66%), de plomo (107%), de cobre (242%) y de las dioxinas (47%), tras empezar a incinerar residuos. Aumento de mercurio en el pelo de vecinos de incineradoras en Alemania, o el caso reciente de la mozzarella con dioxinas en Campania (Nápoles, Italia).
Pero… no hace falta entrar al juego de desmentir los que dicen las cementeras, solo para proteger su negocio: “no emitimos nada”, “lo tenemos todo controlado”. “Hay que demostrar que realmente contamina…” Porque la realidad queda patente por los efectos:
las poblaciones cercanas a incineradoras padecen más CANCERES:
En efecto, distintos estudios epidemiológicos evidencian un incremento de enfermedades y mortalidad pasados unos 10 años; este periodo se puede ver reducido a 5 años para la población más sensible a la exposición de contaminantes: ancianos, enfermos y niños. Y desde luego, cuanto mayor es el conocimiento, más alarmantes son las conclusiones, como puede verse en el reciente estudio del Laboratorio de Toxicología y Salud Medioambiental de la Universidad Rovira i Virgili (El País, sección Salud, 2/3/2004). La mayoría de los contaminantes estudiados están asociados a la incineración de residuos. Iguales conclusiones se obtienen del también reciente estudio en Francia realizado por su Instituto de Vigilancia Sanitaria (InVS.), que desde el 2003 abarcó cuatro departamentos (Isère, Alto Rin, Bajo Rin y Tarn), que reunían el doble requisito de poseer información sobre casos de cáncer desde hace mucho tiempo y servir de emplazamiento a 16 plantas de incineración activas. Del estudio se desprende que algunos tipos de cánceres se incrementan hasta en un 22 % para las poblaciones próximas a las incineradoras. Y, según reconoce el InVS, posiblemente no se hayan alcanzado todavía los máximos valores posibles de incidencia, pues a medida que pasa el tiempo entre la exposición a los contaminantes y la aparición de cáncer, el número de casos aumenta (http://www.cniid.org/espace_mailing/cp_20080402.htm). Lo mismo, han evidenciado otros estudios epidemiológicos, como el de la Universidad de Besançon, en Francia, o en Estados Unidos.
Todo ello, a pesar de que todas las incineradoras tienen sus sistemas de filtros de contaminantes, y todas dicen no contaminar.
Por tanto, los límites legales no importan, aunque se cumplan; ya que algunas sustancias (dioxinas, metales pesados) al ser persistentes (no pueden ser eliminadas), y bioacumulativas, en más o menos tiempo alcanzan en el organismo el nivel que desencadena el cáncer, u otras patologías (malformaciones del feto), que a su vez tardan su tiempo en desarrollarse, pero al fin, después de años, como han demostrado estos estudios, se manifiesta la enfermedad, que ya no se sabe de donde viene, salvo con estudios epidemiológicos, que raramente se hacen.
Otro riesgo añadido: No se descartan olores ocasionales o permanentes a goma quemada.
¿Y por qué se quiere sustituir parte del coque de petróleo por ese nuevo combustible?
Evidentemente solo hay una razón: aumentar los beneficios. Su verdadero interés es la entrada en el negocio de la gestión de residuos. El actual combustible, el coque de petróleo, es un producto muy barato (unos 40 € por tonelada), que no justificaría, por sí solo, sustituirlo por los “combustibles alternativos” que, además, generan problemas en el proceso productivo y en la calidad del cemento; Sí se justifica por los ingresos añadidos que recibirán por eliminar estos residuos, pues cobrarán por recibirlos.
Una vez que se empiece a incinerar estos residuos, se continuará, ya por la vía de hecho, con otros aún más tóxicos, como el llamado “fuel blending”, que es una mezcla de pinturas, barnices, disolventes, etc., y que otorgaría más beneficios a la empresa: a más toxicidad de los residuos “gestionados”, mayor tasa recibida por su eliminación.
La cementera de Cosmos en Toral: Su importancia económica hay que reconocerla, junto a los empleos que mantiene, pero no es tolerable que su codicia empresarial suponga otra vuelta de tuerca más a la ya maltrecha situación del Bierzo, en contaminación, que ya sobrepasa, con creces, cualquier nivel de seguridad sanitaria. 0
La preocupación de las cementeras para convencernos de su inocuidad, está en relación directa al negocio que esperan generar con la incineración de residuos.
El auténtico reciclaje genera muchos más empleos que la incineración, y sin contaminar, respetando los recursos naturales.
Porque hay alternativas: QUEMAR NO ES RECICLAR:
la Ley de Residuos marca una jerarquía en cuanto a las prioridades en su gestión: reducir, reutilizar, reciclar, antes que cualquier otro sistema.
El neumático es el residuo más interesante para Cosmos por su poder calorífico, por eso pretenden quemar 33.000 toneladas anuales cuando en toda la comunidad de Castilla y León se generan 14.000 toneladas de este residuo, que se reciclan integramente en la factoría de RENECAL en Guardo Palencia. Los neumáticos están hechos básicamente con petróleo (combustible fósil: muy contaminante) y su reciclaje es rentable, pues se aprovecha, el 99 % de los materiales que los componen. Las ruedas fuera de uso que llegan a esta factoría se transforman en pavimento para pistas polideportivas, parques infantiles, además producen betún asfáltico, un material que encuentra uso en pavimentos para carreteras, lográndose una mezcla asfáltica de alta calidad, especialmente indicada para capas de rodadura sometidas a altas intensidades de tráfico, por su extraordinaria adherencia, lo que reduce el número de accidentes, además crea puestos de trabajo que no es el caso para el proyecto de Cosmos en Toral. Pero ya hay otra empresa de recuperación de neumáticos y componentes del automóvil (VARESA), que tiene aprobada la autorización ambiental para instalarse en Carrión de los Condes (Palencia) ¿Que explicación tiene que quememos residuos traídos de fuera de la comunidad autónoma para quemarlos y contaminar “El Bierzo” afectando a la salud de sus habitantes, al medio natural y a su economía.
¿Donde está el futuro? ¿En la apuesta empresarial de las plantas de reciclaje en Palencia, o en quemar las ruedas y otros residuos en la cementera de Cosmos en Toral de los Vados?
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